SUS ALUMNOS LO RECUERDAN...
La adolescencia es un territorio pantanoso. Y yo me sentía en ese fango. Ioseph Brodsky escribió: "Intentar recordar el pasado es como tratar de entender el significado de la existencia". Aún trato de entenderla. Llegué a la Escuela del Sol cuando tenía 15 años. Un aula con los pupitres en ronda. Un hombre de ojos azules como un continente y un bigote loco a lo Salvador Dalí me dio un abrazo de dos kilómetros de bienvenida. Lo primero era llenar un cuestionario muy delirante que culminaba con la pregunta: "¿Los elefantes pueden volar?". Solo muchos años después puede entender la interpelación que contenía: era que nosotros nos animáramos a volar, a creer en nosotros, a atrevernos. Recuerdo un espacio con gente hermosa leyendo sus escritos, compartirlos, debatirlos. Me animé pronto a escribir y Carón, reescribió mi poema en máquina de escribir y me hizo una devolución que me impulsó a creer en mi instinto poético. La leí varias veces. Aún me emocionan sus palabras y su generosidad. En una caja en Buenos Aires guardo sus devoluciones, las ediciones anuales de Metafrasta, las poesías de los tiempos de máquina de escribir. Los años que fui al taller Carón me dio algo cuyo valor no se puede medir en tablas de esta mundo. Carón hizo florecer las noches de poesía, me legó el barrilete de las palabras y me sacó de ese fango adolescente en el que creemos que no valemos nada. Mariano David Vazquez
Al margen de la polémica sobre si los tallleres literarios sirven o no sirven (supongo que nada sirve “per se”: depende quién lo de y quién lo reciba) mi sensación personal es que es muy importante encontrar, cuando empezamos a escribir nuestros primeros textos (poemas, cuentos o hasta esbozos precarios de novelas) personas que te lean y te tomen realmente en serio, así tengas sólo 13 años. Esa fue mi experiencia con Carlos María Caron, a cuyo taller llegué a esa edad, después de haber ido al taller de Javier Fernández Mouján para personas de entre 9 y 12 años, otra experiencia inolvidable. Hoy se cumplen dos años de la muerte del entrañable Caron, y ayer su talentosa y bella hija Gigi me mandó por whatsapp esta imagen mía de aquí abajo, diciéndome que había estado mirando el cajón de fotos de su padre, y que me encontró… No pude menos que conmoverme. Desde esa foto hasta ahora publiqué milagrosamente doce libros, justo ayer estaba tratando de escribir el último cuento del que se viene, y fui a buscar la carpeta donde guardo los “informes” de Caron. Increíblemente, Caron se tomaba la molestia de pasar a máquina cada uno de los textos que le entregábamos los asistentes a su talller, y en esa misma máquina nos escribía también unos informes, que tenían más bien el registro de una carta personal (comienzan: “Querida Florencia”) sobre cada una de esas “pequeñas obras”. No me alcanzan las palabras para explicar la inmensidad de ese gesto para alguien que está empezando a escribir. No me alcanzan para decir la gratitud que me inspira pensar en ese amoroso trabajo de las manos de Caron, tecleando la máquina para cada un@ de sus querid@s escritores adolescentes. Caron fue la primera persona que me dijo “Sos escritora”, y para mí fue suficiente, porque me dio la confianza y me trasmitió la certeza de que cuando alguien nació con la vocación de escribir no debería preocuparse por la fama ni la plata ni ninguna cuestión secundaria, sólo ejercitar y nunca dejar de ejercitar, el placer de escribir y de leer todo el tiempo que la vida te deje. Gracias, Caron, encontrarte fue un milagro, no te olvidamos y el sombrero te queda hermoso. Nos lo sacamos al verte y hacemos una reverencia, recordando cuando entrabas al aula y decías: "Heme aquí, como la estatua viva de las fuerzas equilibradas". Florencia Abbate
Genio, Caron. Cada tanto viene a mi memoria ese relato suyo del club de rugby Beromama (que él decía se llamaba Beromamacacumaospobichucaco), y de la enorme esgrima que había en torno a los títulos nobiliarios y a los chascarrillos semiocultos en los informes. Gracias, Flor por el refresco de memoria. Federico Joselevich
Recuerdo aquellos días como algunos de los mejores que he pasado. Desde que dejé de ir a los talleres pocos cuentos he escrito. Tiempo después fui a otro taller literario pero no era lo mismo. En algun tiempo pensé que no era lo mismo porque yo había crecido. Pero lo cierto es que ningún taller podía ser lo mismo que aquel taller. Hoy parte de mi vida transcurre escribiendo (soy abogado), pero la verdad es que escribir cuentos y poesías como en aquella época es otra cosa. Y no sólo es una cuestión de la adolescencia perdida. Todos los días un recuerdo para los seres queridos y que mejoraron nuestra vida siempre es bueno y necesario. La tan bendita memoria. No me caben dudas que cada día que pasa, que cada recuerdo de Carón y de aquellos días, entran en un listado imaginario de los mejores y más alegres. Horacio Sitnisky
"... Fui a su taller toda mi adolescencia y fue mi guía hasta grande... Tengo los mismos escritos divinos de su máquina y es cierto cuanto valor nos daba a cada uno de sus alumnos ... divino personaje ... y su mujer increíble también... hermosa familia... La verdad qué gran maestro; ojalá nuestros hijos encuentren a alguien así para pasar sus miedos y ganar valor como nos dio a todos Caron con su magia que nos ilumina todavía ... gracias Caron! Natalia Margiotta
Los
informes que Caron me escribió en su querida Odette, son tesoros que me
recuerdan, con una voz nítida y generosa, “sos poeta”. No sé si eso se agradece
de otro modo que no sea seguir escribiendo. Me alentaba una y otra vez tan
sinceramente: “Deseo con toda el alma
que tu talento te permita ser feliz”.
Así es la relación maestro-discípulo; el maestro no espera las gracias, espera
que el discípulo sea valiente y feliz, que avance, que se supere a sí mismo. Aun
le debo eso a mi maestro.
“Sos
poeta” es una brújula que Caron me entregó para siempre. Lo hizo tratando a mis
versos como a valiosísimas piezas, elogiando mis trabajos con tanto corazón,
leyéndolos para todos, con el alma, como si fueran palabras enormes. Pero
además, tuvo la sensibilidad de considerar que si esos versos hablaban de
dolor, ahí había alguien que sufría. Y no escatimó poemas y citas y expresiones
de afecto para esa jovencita que tanto los necesitaba. ¿Cómo no guardar para
ese maestro el más profundo cariño, la más sincera gratitud?
El
taller literario de la Escuela
del Sol fue, a mis 15 años, el refugio perfecto. Me salvó, me valoró, me
estimuló, me dio un lugar. Me hizo pulir la palabra en un marco de respeto
absoluto a la propia identidad. Muy delicada tarea. Y me hizo reír, reír, reír,
en momentos dificilísimos.
Hace
dos o tres años, el reencuentro con los Caron no fue menos importante. Él supo
por una amiga en común que yo no andaba bien y no dudó en llamarme para
alentarme y ofrecerme su ayuda. Me ofreció su ayuda porque sabía que yo la
necesitaba, del tipo que fuera pero en principio, la ayuda enorme que es escuchar
la voz de un maestro/amigo/poeta que te
recuerda tu potencial para avanzar en la vida,… y su cariño. ¿Lo habré
merecido? ¿Estuve a la altura de ese corazón? Los
visité a él y a Bettina en su casa y me sentí como recibida por unos padres
amorosos. Me fui llena de regalos, hermosos recuerdos, palabras que abrazan y
calor humano. Cariño y respeto sincero.
Sensible,
LIBRE, graciosísimo, genial. Desopilante en cada anécdota de su archivo
infinito. Pero creo que sobre todo eso, hay un talento en particular que lo
define: Capaz, sumamente capaz de encender luces en los corazones jóvenes, de
esas que no se apagan nunca. Eso es trascender el propio espacio y el propio
tiempo con generosidad ilimitada.
“Heme
aquí, como la imagen viva de las fuerzas equilibradas: alto, robusto y bien
distribuido.” Su saludo cada miércoles. ¿Era así amigos de Metafrasta? Si
equivoco alguna palabra, corríjanme. GRACIAS
CARLOS MARIA CARON. Gracias Marqués de Falaguette, eternamente. Sinceramente
espero algún día saldar mi deuda de gratitud contigo. Flor Sabatella
Hay como una sensación
de orfandad en el aire,
las letras
brotan pálidas
por todos lados.
¿Quién no escribió
sobre tu pelada?
¿A quién no le va a hacer falta
tu bigote;
el nombre de Betina en tu voz;
tu manera
de reírte de
la impúdica falta
de sentido común
con la que casi siempre
se pavonea la vida;
tu mirada exacta,
certera?
Verdades.
Nos llenaste de
verdades:
las desnudaste con
impecable simpleza
para que pudiéramos reconocerlas.
Y si,
ahora sabemos que
la vida,
el mundo,
el amor,
la tristeza,
la alegría,
la muerte,
el hastío y
la locura
son como decidamos escribirlos.
Sabemos, además,
que todas esas cosas
necesitan escribirse.
Sabemos que se puede vivir
comiendo todos los días
queso roquefort,
que se puede piropear
a la gordita de la tele
con pasión desenfrenada,
que siempre
podemos darle unos picos a la vida…
de prepo y sin vergüenza.
Sabemos que
aunque Dios dejó de llamar por teléfono
hay un pintor
que se dio el gusto
de dejar su flor
en la espalda baja
de esta vida en la que
por suerte,
existen tus palabras.
Tengo el alma
hinchada de orgullo
porque me quisiste,
porque pude verte en una ronda
hilando tesoros eternos.
Hay regalos
que salvan vidas.
Yo sé,
Yo los vi.
Gracias Caroncito,
porque en el cielo de
tus ojos
nos aceptamos reales
tal cual somos
Y,
estoy segura,
muchos descubrimos alas.
de orfandad en el aire,
las letras
brotan pálidas
por todos lados.
¿Quién no escribió
sobre tu pelada?
¿A quién no le va a hacer falta
tu bigote;
el nombre de Betina en tu voz;
tu manera
de reírte de
la impúdica falta
de sentido común
con la que casi siempre
se pavonea la vida;
tu mirada exacta,
certera?
Verdades.
Nos llenaste de
verdades:
las desnudaste con
impecable simpleza
para que pudiéramos reconocerlas.
Y si,
ahora sabemos que
la vida,
el mundo,
el amor,
la tristeza,
la alegría,
la muerte,
el hastío y
la locura
son como decidamos escribirlos.
Sabemos, además,
que todas esas cosas
necesitan escribirse.
Sabemos que se puede vivir
comiendo todos los días
queso roquefort,
que se puede piropear
a la gordita de la tele
con pasión desenfrenada,
que siempre
podemos darle unos picos a la vida…
de prepo y sin vergüenza.
Sabemos que
aunque Dios dejó de llamar por teléfono
hay un pintor
que se dio el gusto
de dejar su flor
en la espalda baja
de esta vida en la que
por suerte,
existen tus palabras.
Tengo el alma
hinchada de orgullo
porque me quisiste,
porque pude verte en una ronda
hilando tesoros eternos.
Hay regalos
que salvan vidas.
Yo sé,
Yo los vi.
Gracias Caroncito,
porque en el cielo de
tus ojos
nos aceptamos reales
tal cual somos
Y,
estoy segura,
muchos descubrimos alas.
Ivanna Sessarego
(Del blog "Escritores delmundo": http://www.escritoresdelmundo.com/)
El hombre que no podía parar de contar historias, por Martín Greco
Caron, ¡parche de brea! ¿Cómo que te fuiste? ¡Con todo lo que te debo!
Siempre vas a estar aquí, en mi corazón, como la imagen viva de las fuerzas
equilibradas: alto, robusto y bien distribuido.
(Del blog "Escritores delmundo": http://www.escritoresdelmundo.com/)
Y cuando la muerte llegue
y pregunte qué tengo
para comprar la felicidad,
diré que tengo la libertad
de soltar al Amor...
Carlos María Caron, Anatonia, 1965.
Ha muerto Carlos María Caron (Azul, 1935 - Buenos Aires, 2015), escritor, periodista y crítico de arte, que fue parte de la tumultuosa generación del 60.
Más allá de estas circunstancias, perteneció a la misma estirpe de autores de Oliverio Girondo, Macedonio Fernández, Boris Vian, Spencer Holst y Augusto Monterroso. Es este último, creo, quien divide a sus colegas entre los que son “gato por liebre” y los que son “liebre por gato”: los primeros nos engañan con falsas profundidades, ceños adustos y oropeles pedantes; los segundos dan más de lo que anuncian y esconden con pudor o con humor esas verdades que no sabíamos que sabíamos. Caron fue, sin duda, liebre por gato.
Para él, el mundo era una ocasión de encontrar relatos: pasó la vida descubriendo individuos extraordinarios, cuyas historias narraba extraordinariamente. No podía dejar de hacerlo. Esa fue su pasión y su tarea: contar, convertir hechos humildes en episodios novelescos, personas en personajes.
Los que lo conocimos sabemos que era el hombre más divertido del mundo: le pedíamos una y otra vez que nos repitiera las mismas historias, por el placer inmenso de oír su voz cuando las contaba. Hay que decir que era él mismo quien más disfrutaba del relato: a veces no podía seguir porque lo interrumpía su propia risa.
Ahora que murió nos deja como legado y responsabilidad esa risa para reírnos de todo, hasta de la muerte.
En cierto modo, vivió siempre en los veinte años y en su barrio de Liniers, donde integró el equipo de rugby de Beromamacacumaospobichucacopripejopi y conoció al amor de su vida, la escritora Bettina Caron.
Caron, que colaboró en numerosos periódicos y revistas como Imagen, 2001 y El Péndulo, dirigió durante muchos años la publicación literaria Metafrasta, hospitalaria “revista submarina”, particularmente fértil en tiempos de la dictadura y los primeros años de la democracia.
De la obra de Caron, destaquemos los libros de poesía: Anatonia, 1965; Poemas endovenosos, 1975; Poesías de escaso interés, 1992 (los dos primeros, con ilustraciones de Pérez Celis, su amigo de toda la vida); y de narrativa: La Majareta (o los 107 locos), 1981, fragmento de una novela mucho más vasta que jamás llegó a publicar; Haig, la mediación y otras manías porteñas, 1982;Estamos todos nerviosos (Novela para armar), 1983; Los Robitaille, 2003, y El caballero y su sombra, 2006.
Argentinos: ¡El mundo nos queda chico!, de 2004, es el libro que, a mi juicio, mejor lo representa: incalificable, múltiple, anárquico, acumulativo, entrañable, desopilante, infinito como su autor, constituye una cantera para refugio de narradores desalentados y una oportunidad para que oigamos su voz en nuestras futuras nostalgias.
Hace más de diez años, en 2003, le dediqué un centenar de rudimentarios garabatos que lo divertían porque era él, por una vez, quien había sido convertido en personaje. Los expusimos cuando apareció Argentinos... presentado por Miguel Vitagliano.
Con gratitud a Caron, en su homenaje, reproduzco aquí algunos de esos caroncitos, dibujados en mínimas tarjetas de diez por cinco, por amor a él y a las historias que nunca podrá dejar de contarnos.
Martín Greco
Buenos Aires, EdM, febrero 2015
El primer grupo de Taller Literario, en la primera Metafrasta. Año 1980 |
Adiós al Marqués de la Falaguette , el primer
chanchista
El caballero nos dejó su sombra y también su luz. ¡Qué cachetazo me diste, Carón! Marqués dela
Falaguette , señor de los bigotes puntiagudos, mi Gran Pez.
Guardo el inmenso caudal de palabras que tu despedida trajo a mi cabeza para un
número más de Metafrasta: el tuyo, el nuestro, el mejor. Lo despido comandante,
con la cabeza en alto y todavía con la convicción de que no soy disidente, sino
una simple (y siempre compleja) chanchista. Lo despido haciendo uso de mi
título nobiliario, el mismo que me inventó porque "una dama jamás puede
salir a la calle sin su título". Me quedan los recuerdos, las palabras,
las risas y sus borisvianezcas anécdotas. Pero los guardo porque sé, todos
sabemos, que nos volveremos a encontrar cada vez que alguien metafrastee en
algún lugar. Brindo por vos Carón, brindo por tus palabras. Por las que dijiste
y las que callaste. Brindo porque la muerte sólo nos encuentra cuando nadie
pronuncia nuestro nombre. Y en tu caso, querido chanchista (con un toque
disidente y también lobista), eso nunca va a pasar. Acá va el brindis de la
marquesa vizcondesa demediada, siempre en la búsqueda de algo más, siempre con
la palabra adecuada.
El caballero nos dejó su sombra y también su luz. ¡Qué cachetazo me diste, Carón! Marqués de
Manu Fernández Mendy
Gracias Caron.
Más de cien años... Marqués de Falaguette.
Escuchar una poesía propia leída por tu
vozarrón, imaginarte escribiendo un "informe" para uno de los chicos
del taller tecleando en Odette, recibir tus atentas y valiosas
"sugerencias de corrección" y comentarios, jugar tus juegos, llamar a
tu casa y que atendieras diciendo "Emiratos Árabes", sobresaltarse
con un "selvático", recibir tu saludo: "De pie, llegó el
poeta", seguido de la canción "Javier Fernández Mouján, hijo de
raza calé, cayó el mimbre de tu pelo y de tu boca el clavel"... Tanta generosidad y humor en expansión... Después de esos momentos, no podías menos que
llegar a tu casa y ponerte a escribir, te sentías Hemingway, Cortázar, Pablo
Neruda, Machado... Por vos y por Bettina mi vida cambió. Soy
"maestro" porque los conocí a ustedes, al taller literario, y porque
ahí puse primera. En algún lugar estarán diciendo: "De pie,
llegó el Marqués de Falaguette". Aquí te despido de pie, también.
Gracias, Carlos María Caron.
Javier Fernández Mouján
Me acabo de enterar que uno de mis más entrañables maestros, Carlos
Caron, falleció hoy en Buenos Aires. Yo ni sabía que estaba enfermo. Hace
muchísimo que no lo veía. Pero me llamaba siempre, siempre y siempre por
teléfono para mi cumpleaños. Voy a recordar siempre sus bromas serias, su voz y
su modo de leer las "ll" que no sonaban argentinas. Voy a recordar
siempre que me llamaba "loquilla". Fue la primer persona que
entrevisté en mi vida. Me dijo que decidió ser escritor el día que vió pasar un
corso, con una carroza donde había un rey. Me dijo que él quería ser como ese
rey. Me dijo un montón de cosas, y ahora todas no las recuerdo, pero seguro no
me dijo su edad. Me divertí mucho en su taller literario, aprendí mucho
publicando en su revista. Nos convirtió a todos en escritores, a todos en
reyes. Buen viaje Caron!
Julia Salerno
Me acabo de enterar de la muerte de Carlos Caron. Marido de Betina, la mejor profe de literatura de todas las secundarias del
mundo. Era crítico de arte, escritor, dirigía con Betina el maravillosisisisisisísimo
Taller Literario de la Escuela Del Sol. Nos dividió a todos en chanchistas y foquistas. Era genial. Divertido, inteligente, creativo, generoso y bueno. Por su culpa Martín Greco Marco Gretín (u algún
otro, nunca lo sabré) me mandó todos los meses la suscripción para inscribirme
en la Escuela
Argentina de Taxidermia por Correspondencia. También me
mandaban una publicación que me invitaba a ser astronauta. Siento que le estoy muy agradecida a todo lo que su
mundo Metafrasta nos dio. Es uno de esos irremplazables totales. Esa gente
extraordinaria que nuestro país hace no se entiende bien como. Un poeta. Un abrazo a Betina y a Gilberta y a Albertina.
Florencia Braga Menéndez
Caron, ¡parche de brea! ¿Cómo que te fuiste? ¡Con todo lo que te debo!
El Gato Howlin
Hasta siempre profesor!!! Abrazo chanchista!!!!
Marcelo Aquino
No iba a sus talleres,aunque sentía (o quizás era una proyección de mi
inconsciente) que permanentemente me abría la puerta para que entrase. Ese
gesto, y su parecido físico a Dalí, lo hacían un ser
extraordinario. Carón, Maestro... ¿Qué puedo decir? ¡Buen viaje! ¡En otra vida nos
encontraremos!
Mariano Podolsky
Una
persona hermosa...dejó huellas en cientos de nosotros...lo recordaremos con
alegría y arte! Abrazo enorme a la familia!
Tatiana Mereñuk
-Soy
escritor gracias a Caron. Soy el Gato gracias a Caron. Soy tantas
otras cosas también gracias a Caron… Sin Caron,
yo sería otro tipo: alguien menos divertido, más pusilánime, más tonto y quizás
hasta de corazón menos noble. Más allá de
todo lo que yo lo quería, Carón era una gran persona. Quiero decir grande, grandísimo; de todas las personas que pasaron por este mundo, en el top ten. Nadie
mejor que él para representar la imagen viva de las fuerzas equilibradas. Carón fue
un gran maestro y un gran amigo. Y sobre
todo… ¡cómo lo quise y cómo lo quiero!
El Gato Howlin
“Dad palabras al dolor.
La pena que no habla teje sobre el corazón forjado hasta que lo rompe” (William
Shakespeare, de Macbeth).
Ésas
fueron las palabras con las que Caron encabezó el primer informe del taller que
me escribió tras la muerte de mi papá. Yo tenía 15 años y conocía a Caron hacía
sólo tres meses. Le había entregado un poema un miércoles y mi papá falleció
sorpresivamente el domingo. La voz de Caron sonó fuerte y clara en el
contestador automático de casa el lunes, y ni bien volví a la escuela, el
informe me estaba esperando. Ésas palabras se me grabaron para siempre e
inmediatamente seguí el consejo que Caron me daba a través de ellas. Escribí y
escribí sin parar durante años; años en los que se sumó también la enfermedad
de mi mamá; años en los que sufrí mucho y me sentí muy sola pero… siempre tuve
a Caron y a Bettina, siempre tuve el taller. Y a mis compañeros, dispuestos
también a escuchar y compartir. No sé muy bien qué me hubiera pasado si no,
pero sé que esa experiencia fue maravillosa, fue sanadora, me ayudó a seguir
adelante bastante cuerda y con el corazón abierto. Abierto para expresar mi
dolor, abierto para recibir amor. Y Caron siempre nos pedía que no dejáramos de
escribir. Bueno yo hace años que no escribo versos, siempre sentí una pizca de
malestar por no cumplirle, por no responderle algunos llamados, por no tener ni
un poema más para enviarle. Escribo sí, mucho. Cartas, mails, artículos
periodísticos a veces. Trabajo comunicando, vivo comunicando. Quizás en otros
formatos. Pero las “instrucciones” las sigo… le doy palabras a todo lo que me
pasa, a la alegría y al dolor, los comparto. No me guardo nada. Esas “instrucciones”
se convirtieron en mi forma de vida. Es uno de los pocos consejos que de
corazón puedo compartir con las personas que me encuentro en esta vida. Y la
vida nunca nos alcanza para disfrutar a las personas que amamos, para decirles,
para compartir con ellas, para abrazarlas, para hacerlas reír. Siempre queremos
que disfruten más, y disfrutarlos más. No creo que haya nada más doloroso que
aceptar que se nos van, que los que amamos se nos van, vivir sin su abrazo,
aceptar que nosotros también nos vamos a ir. Pero acá estamos. Creo que tocar
la vida de los demás y hacerla más feliz de alguna manera, es todo el sentido
que podemos encontrar en este camino que se nos abre y que sabemos que termina.
Dejar que los demás toquen la vida nuestra y la enriquezcan. Amar y que nos
amen. Para mí no hay más. Eternas gracias Caron. El lugar que tenés en este
corazón mío es inmenso, le enseñaste tanto.
Lucía Rodríguez Bosch
Hermosos recuerdos de Caron en la vieja biblioteca de la escuela, en el primer año del taller literario, con Martín Greco, Gustavo García Blaya, Mauricio Oñate, entre otros. Gracias Caron por tanto corazón.
Ariel Sicorsky
El taller y Caron son uno de mis recuerdos más felices e importantes del secundario. Acompaño a la familia y permanecerá siempre en nuestras letras
Ceci Portabales
A todos nos otorgó títulos nobiliarios y nos hizo sentir escritores. Javier Fernández Mouján
Mi mejor recuerdo para él que con tanto humor, afecto y toda su sabiduría de vida, supo transmitir valores y un amor inclaudicable por la literatura a todo el "taller literario" de la Escuela del Sol. Marta Salerno
Hoy los
libros que escribiste lloran, sus locos personajes salen a despedirte por las
calles de tu ciudad, se ve pasar al "hombre triste de buenos
aires" con su sombrero y bajo una nube negra, escapado del caballero y su
sombra. Hoy están
tus locos personajes, todos juntos, ellos lloran a su creador, aquí quedan tus
libros, tus poemas y tus locuras, aquí quedan tus Anatonias. GRANDE CARON.
Rodrigo Caprari
Carón
por Pher Chorny
por Pher Chorny
Carón(*) se jactaba de haber vivido en la calle Gordillo y haberse mudado a la calle Delgado. Lo contaba reiteradamente y hasta lo escribió en "Argentinos: ¡el mundo nos queda chico!" Aunque bastaría con preguntarle a Betina, no sé a ciencia cierta si efectivamente vivió en la calle Gordillo ("Yo no miento, sólo embellezco la realidad", se defendía cuando sus anécdotas eran acusadas de inverosimilitud). Pero sí lo visité varias veces en su departamento de la calle Delgado.
La primera vez yo tenía 15 o 16 años. Había ido a hablar con él de mis primeras penas de amor. Para estos asuntos Carón era como un padre, con la enorme ventaja de no ser realmente un padre.
Esa vez Carón me había estado hablando durante horas -con profunda seriedad- sobre la vida y los afectos. Salimos caminando juntos por la mencionada calle Delgado. No recuerdo por qué iba conmigo. ¿Me habrá querido acompañar a la parada del colectivo, como si sintiera alguna responsabilidad por dejar que me fuera solo?
A los pocos metros de la entrada de su edificio pasamos por la frutería de la cuadra. Carón manoteó dos mandarinas del cajón que estaba en la vereda. Lo hizo sin detenerse. Como si fuera un atleta ecuestre inclinándose en la silla al pasar, para recoger el pato del suelo. Tampoco interrumpió su conversación. Continuó hablando mientras pelaba su mandarina y me ofrecía otra a mí.
Atónito, no tuve más remedio que asumir un rol de socio en el delito y comenzar a masticar unos gajos. Carón notó mi incomodidad y con el mismo tono paternal con que me había hablado de esas cosas de la vida durante toda la tarde, asumió un tono grave y coronó la jornada con una enseñanza solemne: "En la vida siempre hay que afanarse algo; es la base de la igualación".
Yo me preguntaba cuál sería el backstage de toda esa escena. Por momentos imaginaba a Carón planificándola con el verdulero amigo. Por momentos imaginaba a Betina, corriendo atrás de sus pasos para pagarle al verdulero las mandarinas, pedirle disculpas y disimular las travesuras de Carón. Pero en mi teoría preferida Carón se erige como maestro solemne también frente al verdulero, que es a la vez testigo y destinatario de esa enseñanza y que se deja robar las mandarinas con admiración y respeto.
(*) La tilde en la o era una maldad que los talleristas le hacíamos a Caron, sin desconocer la ortografía correcta de su apellido. Cuando queríamos ser más transgresores y provocativos, éramos capaces de resaltar la ó acentuada en negrita. Carón actuaba un fastidio cada vez más exagerado y todos nos divertíamos mucho. No veo ningún motivo para relajar la actitud de seguir escribiendo la tilde en la ó.
Mirada de Pirata
por Charlie Rodrigues Gesualdi
Todos
los que tuvimos la suerte de conocer a Carón recordamos sus historias
sobre insólitos
personajes
que encontraba por todos lados. Cuando lo conocí pensé que tenía una antena
para encontrar personajes extravagantes; con el tiempo me di cuenta que era la
maravilla de su relato y sobre todo la mirada con que andaba por el mundo lo
que lograba esos encuentros. El mundo de Carón estaba poblado de poesía y humor
como el de otras personas se puebla de dudas y terrores. Carón no sólo escribía
poesía, era un poeta generoso que desbordaba humor y se reía de todo; también
fue un maestro dedicado, que nos mostró a todos con sus famosos informes por dónde
debíamos seguir. Con la misma generosidad con que nos abría las puertas de su
casa, con ese mismo cariño resaltaba las virtudes de lo que escribíamos y
corregía con profesionalismo sus desaciertos.
Sobre
todo Carón nos dio la convicción de que, como él, podíamos dedicar nuestra vida
a la literatura. Por eso, entre tantas otras cosas, le estoy inmensamente
agradecido. Tampoco puedo olvidar que gracias a Carón y a la revista Metafrasta
pude ver mi primer cuento corregido e impreso, el primer escalón en mi carrera
de escritor.
Así
corrijo las novelas y cuentos que publico hoy, con la misma pasión por los
detalles y con la convicción de que se puede (y quizás se debe) atrapar a
nuestros lectores, hacerlos reír y sobre todo reírnos nosotros mismos.
Muchas veces, cuando alguien me pregunta a qué me dedico, escucho la
voz inconfundible de Carón en mi
memoria y tengo ganas de poner mi mejor "mirada de
pirata" para gritar: "soy un poeta, un creador; no soy ningún cretino!" como Carón se
definía a sí mismo.
En ese momento, como en muchos otros, Carón está conmigo. Mi
agradecimiento y mi cariño es el mismo hoy, más de 30 años después. Los
afectos, como el arte, se ríen de la muerte.
Carlos Rodrigues Gesualdi
Brühl (Alemania), marzo de 2015
Como se trata de Caron probablemente
estaría a tono empezar con una anécdota, solo que estas semanas estuve pensando
más bien en eso que atravesaba las anécdotas –a la sombra de aquel adagio
filosófico tan rico como sabroso: “por ahí pasó la verdad, pero no se detuvo”…
…Lo pienso a él de la mano de los
motivos por los que el taller fue tan importante para tantos –y tantas, dato no
menor. Creo que el taller realmente te abría posibilidades. Podía ser un
refugio, pero en el fondo era más un espacio para levantar la apuesta: seguir
jugando en plena adolescencia, jugar más y mejor, jugar con ese mismo mundo que
se te ampliaba. El taller podía servirte para hacer todo tipo de
descubrimientos literarios y culturales. Podías escribir. Así escribieras
versitos cursis, plomazos existencialistas, aventuras de detectives en una
ciudad genérica, imitaciones más o menos inconscientes de Poe, Girondo o
Cortázar, largos ejercicios calemburescos para enmascararte, en el taller
encontrabas una atmósfera de interés y respeto. Variantes singulares del
interés y respeto que vienen con cualquier sentido fuerte de la dignidad
humana. Había mucha consideración por la chispa sagrada (mundana-sagrada, se
entiende) que andaba perdida en algún lugar de eso que habías escrito, aunque
de repente ese lugar no fuera el papel. Desde ahí partía la ronda de elogios y
críticas, ¡los inolvidables informes!
En mi experiencia, todos los amantes
de las palabras que van más allá y más acá de las palabras tienen algo de esa
actitud. Todas las personas interesantes tienen el recurso del humor, aún
disimulado por timidez o circunstancias. El punto es que en Caron estaban en un
grado muy alto y a flor de piel, siempre a la vista del mundo. Fue de los que
más me enseñó a prestarle atención a estas cosas.
...Cada 6 de agosto, sin falta, pienso en el divino Marqués de Falaguette y en la bomba de Hiroshima como antípodas.
...Cada 6 de agosto, sin falta, pienso en el divino Marqués de Falaguette y en la bomba de Hiroshima como antípodas.
Estaba por escribir otras pavadas
tardías más. Ahora descubro el blog de Metafrasta, la fabulosa historia de las
mandarinas de Chorny, todos los mensajes. ¿Cómo seguir cuando otro maestro mío
da en la tecla? Liebre por gato, tal cual. El deleite con que esperábamos la
repetición de sus historias, de eso hablo siempre cuando le hablo a mis amigos
sobre él. Difícil de explicar si el otro no lo conoció, si no conoció al
tremendo narrador que era; facilísimo cuando el otro también es de la tribu. (Eso
sí, Martín, el mero último de los socialistas no, eh, que vendremos muchos
últimos todavía).
Camilo Porta Massuco
Me resulta imposible referirme a
Caron sin mencionar a Bettina (también) Caron. Mon Dieu!
En los años '80 mis hijos eran alumnos
de El Sol y yo, una escritora de La Luna. Una vez por semana, allí nos esperaban
Caron y Bettina en ese espacio llamado por convención "taller
literario". Pero en realidad era una cocina de platos aromáticos y
estrambóticos, majaréticos y deleitósicos.
Escribir en libertad. Disfrutar de escribir. Sólo pueden lograrlo de sus
alumnos quienes mucho más que maestros, son inspiradores como los queridos
Bettina y Caron -Marqués de Falaguette.
Silvia Inés Segat
Carlos siempre me pareció salido de la París de los años '20. Nos llevó a todos sus
alumnos y seguidores a sentirnos unos poetas y surrealistas de otra época, una
época más libre y atrevida en comparación con el fin de la dictadura que
estábamos viviendo. Es difícil decir 'a mí, en lo personal, me dió', porque
creo que Carón desparramó su generosidad creativa de un modo increíblemente
ecuánime. Sabía cuando darte un empujón, cuando soltarte y hasta cuando
'gastarte' para que no te creyeras el próximo poeta maldito. Para mí, sí, en lo
personal, fue maestro, figura paterna y el primer humorista de stand-up que vi
en vivo. Un genio, reconocido por nosotros, por unos pocos que propagáremos su
obra y su palabra. Ese
es nuestro 'gracias, Carón'!
Kevin Johansen
Caron, nos descubriste antes de que
nosotros nos hayamos descubierto a nosotros mismos, nos diste un lugar de
pertenencia y un lugar al que volver que perdura por siempre - la forma de
re-encontrar la libertad dentro de nosotros mismos. Gracias maestro "...hermano,
compañero, amigo..." Por siempre, gracias.
Pablo Piekar
La nobleza del marqués
NOW HE KNOWS
“Por las principales calles del
microcentro porteño se vio pasar un gran espantapájaros multicolor con
chistera, monóculo y pipa, sobre una carroza coronaria (carro donde iban las
coronas que precedía al coche fúnebre), tirada por 6 caballos con cochero y
lacayo vestidos a la moda del Directorio, alrededor revoloteaban unos cuervos.”
Si pudiera viajar en el tiempo hacia
cualquier momento en la historia del mundo, viajaría a 1932, el día que
Oliverio Girondo presenta su libro Espantpájaros. Esto lo pienso desde la
primera vez que escuché a Carlos María Caron contar la historia. Y cada vez que
volvía a escucharla, tenía más ganas de estar ahí. Carón era un gran contador
de historias, y aunque al final siempre se repetía, era imposible cansarse de
escucharlo. Hace poco me enteré de que ya no habitamos el mismo mundo, y no
supe muy bien qué hacer, a quién llamar o con quién hablarlo. No hay muchos
testigos de nuestra empatía. Por eso ahora lo tiro al aire.
Cuando llegué al Taller Metafrasta
por primera vez, él me recibió con los brazos abiertos y me apoyó cuando otros
me criticaban. Hubo un momento en que, en otro taller que hice en simultáneo,
me tiraron abajo todos mis textos, y él me dijo: "No vayas más. ¿Vos pensás que Pizarnik,
Cortázar o Girondo fueron a talleres literarios?".
Siempre me impulsó a seguir mi
propio instinto, y aunque ahora entiendo que mis poemas en ese momento eran
realmente muy malos, agradezco haber tenido a semejante Maestro -y digo
maestro, porque simplemente parece lo más adecuado- que me guíe a atravesar mi
propia locura y no dejarme condicionar por nadie.
Lamento no haber ido más seguido a
las clases. Caron, donde quiera que estés, espero que no descanses nada, que te
sigas divirtiendo y los vuelvas locos a todos. Nos volveremos a ver.
Carlos
María Caron. Maestro, amigo, genio.
Él se ocupó
de decirnos quiénes somos,
nos señaló
y nos nombró
desde
encima de un pupitre,
nos puso en
cada cabeza
el sombrero
que nos tocaba.
Cuando
nosotros estábamos ahí
en ese
montón de cosas
acurrucadas
de miedo
que era el
mundo
y la vida,
cuando
sosteníamos
el pudor
como una
bolsita mojada entre los dedos,
parados en
la esquina
de todos
los cruces, él
se ocupó de
escuchar el balbuceo,
de
emparchar con su mirada
las grietas
que nos separaban
de lo que
sin saber queríamos.
Él se ocupó
de nosotros,
puso en una
caramelera
el nombre
de todas las cosas y
nos empujó
azucarados
a la
mandíbula golosa,
festiva
de nuestro
destino.
Y a mí
a mí solo
una vez, me dijo
que me veía
triste
y me pidió
que no llorara
la tristeza
que mejor
la escribiera, porque llorar
lloraban
todos,
pero
escribir así,
me dijo,
soplándome encima luz,
soplándome
encima vida,
como vos
no escribe
nadie.
La nobleza del marqués
Los títulos nobiliarios son siempre absurdos,
por eso quizás Caron nos enseñó que cada uno puede adjudicarse el tipo de
nobleza que más creativamente se le ocurra. Pero el concepto de “nobleza” es
ambiguo. El significado de esta palabra que no tiene nada que ver con la
posición social o la herencia sanguínea, el que se refiere únicamente a la
pureza de las intenciones, ese significado –que no es para nada absurdo- es el
que define para mí a Caron, el marqués de Falaguette.
Yo tuve la suerte de conocerlo, de ser su
lector, su alumno, su amigo. Como a muchos les habrá pasado, yo llegué a
Metafrasta en una época de mi vida en la que necesitaba desesperadamente a la
poesía. Necesitaba ver y escuchar y sentir que la poesía era una buena razón
para juntarse con otros, algo digno de hacer, conocer y compartir. Yo era un
adolescente y escribía: la literatura significaba todo para mí. La literatura
entendida no como una actividad, sino como una manera de enfrentar el mundo, de
hacerlo posible. Conocí a Caron y su universo en una época de mi vida
especialmente necesitada de nobleza.
Él se hizo amigo de mis mejores intenciones,
las comprendía y las incentivaba. Sé que lo mismo hizo con muchos otros. Y lo
hizo durante muchos años con una dedicación extraordinaria.
Creo que Caron siempre comprendió a la gente
joven, se sentía cómodo compartiendo poesía y anécdotas con personas de
espíritu insaciable, porque él siempre supo lo que yo trato de decir ahora: que
la más sincera adolescencia y la mejor de las poesías están íntimamente
relacionadas, tan relacionadas como la amistad y la imaginación, o el
aprendizaje y la gratitud.
Caron me habló bastante de su propia
adolescencia. Contaba anécdotas fascinantes de un mundo indeterminable en el
tiempo y el espacio, aunque ese espacio fuera el barrio de Liniers. Yo creo que
él siempre fue un joven poeta que sacudía todas las reglas, que estaba en la
vanguardia de su propia vida, que buscaba hacer del mundo un lugar siempre un
poco menos idiota. Una vez me regaló unas fotocopias de un poema que él
escribió siendo joven, o desde el fondo de su juventud. Sé que él estaba
particularmente orgulloso de ese poema, y que tenía muchísimo interés en
compartirlo. Ese poema se llama “Anatonia”. Nunca olvidaré su espíritu, su
mensaje. En él habla precisamente de lo que más agradezco de sus enseñanzas,
como amigo, maestro y poeta. En realidad Caron hablaba siempre, en todo lo que
decía, hacía o escribía, acerca del impulso irrenunciable y la franqueza
incorruptible que lo llevaron desde siempre a vivir una vida dotada de más
fuerza que la muerte.
Juan Cruz Del Cerro
"...Tengo hermosos recuerdos de esos días:
Caron y Bettina tenían la hermosa vocación de hacer que nos sintiéramos grandes
escritores, o por lo menos que siguiéramos trabajando para eso. Ver mis cuentos
publicados, leerlos en público, darle valor a eso que uno escribía tratando de
encontrar la propia voz, fueron cuestiones muy valiosas..."
Gustavo Fogiel
Perseguir
la liebre
“Y los
tipos, dejaron la batalla para correr detrás de la liebre. ¿Entendés? ¡Se
pusieron a perseguir la liebre!”, decía y se acomodaba el bigote, esperando con
los ojos bien abiertos la reacción del otro. Así terminaba una historia que a
Caron le gustaba contar una y otra vez.
Vamos a situar el escenario de la historia: antigüedad, dos
ejércitos enfrentados a una distancia de, digamos, quinientos metros uno del
otro. De un lado el poderoso Imperio Egipcio con sus faraones, su oro, sus
esclavos, sus carros de batalla, sus momias, sus dioses; del otro, los Hititas,
un pueblo pobre que había hecho de la guerra una de las bellas artes.
En todo caso, los egipcios eran muchos, los hititas eran
mejores. Los ejércitos formados uno frente al otro antes de la batalla, antes
de la orden de sus respectivos comandantes. Antes de transformar ese páramo
desierto y rocoso en un montón de sangre, mierda y aullidos.
Entonces, aparece la liebre.
La liebre corre entre los dos ejércitos. Tal vez huyendo de
lo inminente, tal vez burlándose de lo inminente. Como sea, corre.
Los egipcios, impávidos, miran fijo al ejército enemigo.
Imaginan la batalla porvenir.
Los hititas, muertos de hambre, miran fijo a la liebre. La
imaginan a fuego lento.
De inmediato, los hititas avanzan. Pero no van contra el
ejército enemigo.
Y ahí llegaba el remate de Caron: los hititas persiguiendo
la liebre, olvidándose de la batalla, de los dioses egipcios con su oro, del
montón de sangre, mierda y aullidos. Los hititas en busca de un plato de comida.
A Caron le parecía genial la actitud de los hititas. El
saberse mejores guerreros -al punto de desechar la batalla- y, al mismo tiempo,
recordarse hambrientos.
Detalle más que obvio: está claro que a nadie -ni a Caron,
ni a sus interlocutores- les importaba la veracidad histórica del relato.
Tampoco lo factible del hecho de que una liebre pudiera alimentar un ejército.
La actitud estaba en otro lado, en todo caso.
Adelantemos ahora unos, digamos, dos mil y pico de años.
Situemos, otra vez, el escenario: Escuela del Sol, Argentina, año 82 o 83 o 84.
Por ahí.
Se comenzaba a salir lentamente de una dictadura sangrienta
y, en la escuela, Caron y Betina daban un taller literario para adolescentes. Y
editaban una revista con nombre medio marciano, Metafrasta. Pero también proponían
juegos disparatados de palabras. Y Caron le pedía a cada uno de esos
adolescentes que se pusiera un título nobiliario. Y los condicionaba a ser foca
parlante o chancho perfumado.
Había que elegir, chancho o foca.
Además, les escribía un minucioso informe sobre cada cuento,
poema, narración que esos chicos le entregaban. Y los saludaba poetas cuando
entraban. Y les enseñaba que la cultura, que el hecho cultural, no era un
animal muerto al que había que sepultar sino una liebre bien viva a la que
había que perseguir. Como la persiguieron los hititas.
Y esos adolescentes, sin saberlo (corrijo, al menos yo no lo
sabía), hacían propia la premisa de Breton: hacer de la vida una verdadera obra
de arte. Por gracia de Caron y de Betina, lo hacían. Sin saberlo, lo hacían.
Recién salidos de una dictadura lo hacían.
Yo no era alumno de la Escuela del Sol. Yo venía de otro
pozo, un pozo menos libre que el propuesto por la escuela a sus alumnos. Era,
dicho más o menos en criollo, un nabo.
Pero, de inmediato. Caron me hizo de su equipo. No puedo
precisar el motivo por el que lo hizo. Simplemente fue así. Y eso que él era
chancho perfumado y yo foca parlante. Desde ese momento, se convirtió en un
maestro literario, en un amigo, en el mejor contador de historias del mundo. Y,
como a todo maestro, lo quise con las tripas y, alguna vez, también lo negué.
Lo vi por última vez en la presentación de un libro de
Betina, en el Ilse, hace unos años. Yo no sabía que decirle, el no podía
decirme nada. Sin embargo, con los ojos todavía seguía preguntando: ¿Y la
liebre, seguís persiguiendo la liebre?
Javier Rombouts
El taller de la escuela del Sol
Los años de represión cívico- militar
habían hecho estragos con los espacios en donde podíamos expresar lo que
pensábamos o sentíamos. La palabra creación estaba prohibida.
Cuando abrí la puerta del taller de la Escuela del Sol, y fui
parte de un gran círculo, sentí que entraba a otro mundo. Era un espacio en
donde se respiraba libertad y eso era realmente increíble para mí.
Era un lugar en donde, aun siendo muy jóvenes,
nos trataban como iguales. Ahora (ya hace 25
años…) que me dedico la promoción de los derechos de la infancia y la
adolescencia valoro más y más haber podido vivir este concepto.
En el taller me encontré con grupo de
jóvenes locos que amaban y producían literatura, que se reían muchísimo con
ocurrentes juegos literarios y que a la vez tomaban bien en serio el
maravilloso acto de aprender a escribir.
Allí también me encontré con un señor
que tenía más cara de loco que todos los demás, con un bigote prominente al
cual todos lo llamaban Caron. Caron no solo me parecía un personaje desopilante
sino que además era la primera persona que me tomaba en serio como escritora. Más
tarde lo fui.
Recuerdo que esperaba cada devolución
a mis poesías como quien espera un regalo sorpresa. Y allí lo abría y ahí
estaba ese comentario de mis dos maestros que me daba estímulo, me enseñaba y
me otorgaba vuelo.
Pasan los años, mi valoración y mi agradecimiento aumenta. Gracias Betina,
docente dulce y e inteligente compañera
de quien hoy rindo mi homenaje, un gran maestro, mi querido e inolvidable Caron.
Ethel Batista
Para Caron
A los que nos picó el bicho – hablo de Caron, por supuesto – tenemos el deber de pasarlo a otros, y ahora más que nunca.
Hace poco estrené una obra para orquesta y batidor de cocina, cómo me hubiera gustado que la escuchara (no cuchara sino batidor) porque en las tertulias de Caron no era solo letra, era palabra dicha, leída, y en qué silencio se lo escuchaba, qué silencio podía crear en un segundo. A veces me parecía que se iba a escapar de la silla, leyendo, transportado siempre por algo invisible. Creo que lo que más tengo fijado en el recuerdo es la voz y la manera de tener un papel entre las manos, como si se estuviera quemando. Gracias maestro!!!
Hace poco estrené una obra para orquesta y batidor de cocina, cómo me hubiera gustado que la escuchara (no cuchara sino batidor) porque en las tertulias de Caron no era solo letra, era palabra dicha, leída, y en qué silencio se lo escuchaba, qué silencio podía crear en un segundo. A veces me parecía que se iba a escapar de la silla, leyendo, transportado siempre por algo invisible. Creo que lo que más tengo fijado en el recuerdo es la voz y la manera de tener un papel entre las manos, como si se estuviera quemando. Gracias maestro!!!
Abril Padilla
Querido Marques de Fallaguette:
Fuiste un gran maestro, un gran amigo, un encantador loco. Dejaste una marca indeleble en mí.
De repente recuerdo algo... cosas sueltas...
Recuerdo aquellos adjetivos rarísimos que ponías en los informes que me entregabas tras cada texto que yo te llevaba. Con el tiempo caí en la cuenta de que esos adjetivos rarísimos eran probablemente inventados por vos. Quizás para levantarme el ánimo y hacerme creer en mí. Y por loco. Ponías toda tu atención, una atención totalmente honesta y cálida y me hacías creer que mis textos tenían un valor que yo apenas podía ver más allá de un sentimiento instintivo y espontaneo. Creías en mí. Eras una persona muy generosa y espero que sigas siéndolo donde sea que estés.
Me acuerdo que contabas las mismas historias una y otra vez. Eran tantas por otro lado. Cuando empezabas a contar nuevamente una misma historia yo pensaba “¡uy otra vez la misma historia!”. Pero luego me sorprendía riéndome de nuevo o percibiendo un detalle en el que no me había fijado antes.
Lamento que nunca podré volver a escuchar tus historias otra vez, o llevarte un poema, o recibir uno de tus informes o recibir tu generosidad típicamente leonina. Quedará todo en un ejercicio de memoria. Nada más y nada menos.
¡Gracias por tu amistad! Y ¡Perdón por la demora! Suyamente atento, el Conde de Casale
Por una serie de acontecimientos que me
hicieron recordarte: dos Metafrastas halladas por mi hermana Agnès en su
biblioteca, con poemas de mis hermanas Odile, y Cécile que fueron quienes
amorosamente me introdujeron al maravilloso mundo de Caron y Bettina, me
encontré ayer surfeando en la red, con el fin de volver a contactarte y
agradecerte por tus valiosisimos aportes a mi vida.
Quería decirte de viva voz que dondequiera que
voy: vos, Bettina, y el Taller de la
Escuela del Sol, con todos sus geniales poetas me acompañan y
me inspiran.
Y me encontré, con la dolorosa noticia de tu
partida del cuerpo, el año pasado...Y seguí adelante con mi intención de
escribirte y agradecerte, porque como ya te dije querido maestro, seguis acá
conmigo, a cada paso, en cada latido.
DHARMA
Sos un verdadero maestro,
un maestro del corazón,
de la vida,
Atento a cada inflexión de las almas que tocas,
respetando sus cadencias y ritmos internos,
y de esa atención amorosa,
de esa observación silente
y generosa en virtudes
haces surgir la poesía en otras voces,
en otros cantos,
en otros labios,
y esa poesía es por extensión propiamente tuya,
pues es fruto de tu alabanza a la vida,
de tu andar compasivo,
de ese amor sobrehumano que te puebla
y te habita por completo,
de tu risueño guiño
al espacio sagrado adentro de cada Ser.
Y desde el silencio que hoy me habita,
me pregunto si acaso
no fuiste tú quien provocó este
encuentro profético
de almas
que
se reconocieron
y se fundieron
para volverse una,
para siempre,
en tu canto.
Con todo mi amor, profunda admiración y
respeto, a un gran poeta, pero sobre todo a un ser humano excepcional, Carlos
María Caron, chanchista, Marqués de Falaguette. Gabriela Paterson
Los amigos de Caron
(Texto de su amigo el arquitecto Raúl Fioressi, publicado en la edición de marzo del periódico "Cosas de barrio")
Suelo escribir apenas sobre la problemática de
mi profesión, pero confieso que me resulta muy difícil hacerlo sobre un
brillante y creativo escritor, más cuando uno no lo es. Pero en este caso se
suma además un elemento emotivo del que me resulta imposible desprenderme. El
13 de febrero pasado falleció mi amigo y compañero Carlos María Caron, conocido
por nosotros en nuestro querido Liniers, como Cacho Caron… Pensé inmediatamente
que ya no estaríamos más en contacto y que solamente me quedarían los recuerdos
compartidos de la infancia y la adolescencia, cuando comenzó nuestra amistad en
la querida escuela “Félix de Olazábal”, de Ramón Falcón y la entonces Tellier,
para luego extenderse durante toda la vida. En los años 50’ , siendo aún adolescentes,
empezamos a jugar juntos en la sexta división del club de rugby Beromama. Teníamos
14 años y seguimos jugando juntos varios años más hasta llegar a la división
superior, donde continuamos disfrutando nuestra pasión por la ovalada casi
hasta fines de los 60’ .
Por entonces nos reuníamos cada tarde con el resto de la barra de Beromama en
la esquina de Carhué e Ibarrola. Allí estaban el Gordo Vila, el Negro Derviche
(Bevilaqua), Carlos Russo, Poggi (Fangio), Rubén Vilar, Cacho Coll, Chochi
Chapeaurouge, Horacio Campari, Papacho Bardauil y Carlos Cánepa, entre otros,
que Cacho Caron seguramente recordaría. Esa etapa de su vida lo marcó mucho. Sentía
un profundo amor por su familia, su esposa y compañera de toda su vida Bettina,
y sus hijas Gilberta y Albertina. Nombres que siempre estaban en sus labios. Su
pasión por la filosofía y la literatura fue precoz, por eso estableció una muy
estrecha relación intelectual y una profunda amistad con el Tano Hugo Ditaranto
(escritor), con Pérez Celis -su mejor amigo- y con Carlitos Barbachán
(arquitecto). Estaban compenetrados en los nuevas corrientes filosóficas de la
década del 50 y eran grandes admiradores de otro referente del arte de Liniers,
como don Elías Castelnuovo. Cacho, el Tano y Celis frecuentaban a don Elías en
su casa de El Rastreador y Palmar. Pero el lugar de reunión predilecto de este
grupo que él formara, era la plaza Sarmiento. Allí se les incorporó Poggi
(Fangio) que aunque no era un intelectual -reconocido por él mismo- disfrutaba
de esos encuentros. Cacho fue un escritor muy creativo y publicó varios libros
valiosos, pero también fundó su propia editorial (Metafrasta ediciones) de muy
fecunda producción. Pero para nosotros, los linierenses, aquellos relatos
desarrollados en la geografía barrial –que solíamos leer en nuestro diario
local “Cosas de Barrio”- tienen un sabor especial. Todos ellos se basaban en
anécdotas de personajes locales a las que Cacho les incorporaba pinceladas
literarias y licencias poéticas, tan clásicas de su estilo. Recuerdo siempre
una de sus tantas ocurrencias, cuando solía comentar que se había mudado de la
calle Gordillo a la calle Delgado, en Colegiales, donde vivió hasta su muerte. Tenía
un ingenio muy sutil. Desde que se fue de Liniers nos comunicábamos
telefónicamente. Algunas veces él pasaba por casa y hablábamos mucho de rugby,
sobretodo cada vez que jugaban los Pumas, que lo apasionaban. Luego surgían
invariablemente los recuerdos de la barra de Beromama y los fuertes vínculos
afectivos que allí se iniciaron, junto con la camaradería con nuestros
ocasionales adversarios, a quienes respetábamos tanto como al árbitro. Cacho
Caron jamás se olvidó de su querido barrio de Liniers, y hoy todas esas
vivencias quedaran selladas para siempre en su memoria. Adiós amigo, te vamos a
extrañar.
Arq. Raúl Fioressi
Carlos Caron (Por su amigo Norberto Calabró)
…Estoy lleno de gratos recuerdos, de horas
compartidas, de días/años vividos conjuntamente, cercanos o distantes pero
siempre desde el rincón del alma que ocupan los amigos…De estudiantes en el
Comercial de Ramos, de ex-alumnos, a amigos de siempre, en paseos, en reuniones
en mi casa y algunas en la vuestra, en el Estudio de Corrientes, en tu Escuela,
en bares, en casas de amigos, con libros, con poesías, con cuadros, con una
interesante correspondencia que mantuvimos siempre; en inauguraciones de
libros, con Perez Celis, quizás con tiempo vuelva a hacer este inventario de
recuerdos en su memoria y que a la vez me hace feliz al recordarle. Desde los
Poemas Endovenosos, dedicados a ti, a tus hijas…
…No se si tendrás esta foto de compañeros
(egresados del comercial de Ramos Mejía – 1953 – 5ª año, 3a.división) Ese año
fue célebre la arenga de Carlos desde el balcón principal del Colegio, con su
corona de laurel, después de haber entrado a caballo por el patio principal y aclamado por todos nosotros…Imborrables
recuerdos… ¡Genio y figura…de mi Gran Amigo Carón!
At the end we shall all stand
alone
In the end we shall all want to
know
Our world is a place for
questions
When answers do not belong here
Answering the whys requires to
end first
Only then comes the time to
understand :
[That]
What defines our existences is
not what happens
But what we are , and how we sand
up for it
After the end comes the time for
being
...
Why can't we just do the same ?
Mostly ...
Francois Cazaux
Querido Caron
Qué difícil es despedirte,
Mi consuelo esta en los recuerdos.... Aquí en Brasil en este momento llueve
torrencialmente. Esto trajo a mi memoria cuando en Villa Gesell, resguardado
en una capa, venías a visitarnos debajo
de la tormenta a contarles cuentos a Diego, Marcelo y Mariano. Para Silvia,
para mis hijos y para mí, es este el recuerdo que te mantendrá vivo para
siempre... Un cuento infantil cargado de amor, basado en la simpleza de lo
cotidiano. Genial simplemente genial!!!
Te queremos mucho Caron,
Te mando un abrazo al infinito...
Hasta siempre Amigo.
Miguel Labra (Baretta)
Para Carlos "primo amigo": Difícil expresar con palabras los sentimientos y peor aún con la mentalidad un ingeniero. Siempre estuve
convencido de que la vida se compone de dos partes, una es el "ahora"
que es visual y utiliza sentidos, el
olfato, el tacto... y la otra, la más importante que se compone de recuerdos,
de memorias... Es la segunda la que
permite mantener con nosotros a los seres queridos y recordar episodios que
nunca se van a borrar. Tus expresiones como "nos están apretando" o
"Los pedos azules del conde",
o tu maravillosa imitación del canto del gallo en las mañanas de la
quinta de Mariano Acosta... Siempre esperaba tu llamado para mi cumple que se
acerca pronto y que esta vez también lo voy a recibir usando esa segunda parte:
la de tu recuerdo. Carlos, primo amigo, siempre estarás conmigo. Edgardo Blasco
No sabía de su partida. Ahora que me entero comparto con vos, Albertina, que el regalo que me hiciste de sus libros en esos retornos de la astronomica Plata me llenó para siempre de la más hilarante felicidad. Noches enteras mis vecinos pensaron en llamar a la policia mientras yo me descostillaba en la madrugada con las enormes genialidades de tu papá. Desde entonces riego mi vida y mis conversaciones con muchas de sus tremendas (como evitar decirlo) palabras! Graciassss, muchas!!!! Y un gran abrazo con la inmensa carcajada de las galaxias! Alejandro López
No sabía de su partida. Ahora que me entero comparto con vos, Albertina, que el regalo que me hiciste de sus libros en esos retornos de la astronomica Plata me llenó para siempre de la más hilarante felicidad. Noches enteras mis vecinos pensaron en llamar a la policia mientras yo me descostillaba en la madrugada con las enormes genialidades de tu papá. Desde entonces riego mi vida y mis conversaciones con muchas de sus tremendas (como evitar decirlo) palabras! Graciassss, muchas!!!! Y un gran abrazo con la inmensa carcajada de las galaxias! Alejandro López
Palabras de vecinos....
Señor Caron, tuve el honor de
conocerlo y ser su vecina. Ud. jamás olvidaba los cumpleaños de mi hijo Enzo y
cuando viajaban , siempre le traía un souvenier que hoy, él guarda en su caja
de tesoros, junto con las cosas de sus “ nonos”, mis padres.
Ha
dejado una hermosa huella con sus saludos, su amabilidad de buen vecino y bella
persona. Lo recuerdo siempre fijándose en el bienestar de los demás, atento a
los detalles de nuestro piso para que fuera más seguro.
Una
anécdota imborrable que guardo fue una vez que Bettina nos tocó el timbre para
ver si lo ayudábamos a hacerse el nudo de la corbata porque iban a una cena y
Daniel no estaba, entonces me arrimé yo y entre los tres, cada uno con una
corbata ¡ ensayábamos cómo hacer el nudo! Como no lo conseguíamos yo me fui a
buscar en youtube un video y cuando volví a ir a su casa, él solito, a pesar de
su dificultad, ya se lo había hecho!! ¡Un genio!
Yo quiero decirle también a Ud, Bettina que yo la veía como el reflejo
de mi madre, codo a codo sobrellevando con él la enfermedad con gran amor.
¡Gracias por los libros que nos regalaron
porque su lectura me hizo sentir en muchos momentos que estaba ahí,
¡viviéndolos! ¡Gracias por todo!
Lo
recordaremos, como me dijo mi hijo, que “con la mirada, él nos saludaba”. Y yo
sabía que después de esa mirada vendría su pregunta “¿Y Enzo?". ¡Gracias por pasar por nuestras vidas! Norma, Flia Mazafre
hermoso leer todos los recuerdos de amigos y disicpulos... que lindo Gilberta este blog... y recordar tantas anécdotas!!
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